Entrevista APAZ a Marianico el Corto
«El día del examen me temblaban las piernecicas»
Miguel Ángel Tirado, el popular Marianico el Corto, atiende las preguntas de APAZ y nos cuenta sus anécdotas al volante
APAZ/Zaragoza
¿Da usted su permiso?
Sí, el de coche. No tengo otro.
¿Desde cuándo lo lleva dando?
Desde los 18 años y tengo 63. Llevo 45 años conduciendo.
¿Se acuerda de su examen de conducción?
Por supuesto. Lo hice en un Seat 600 y aprobé a la primera, pero no fui capaz de disimular el temblor de piernas desde que me subí al coche hasta que me bajé. Hice el circuito cerrado, la ‘ele’, la marcha atrás y el aparcamiento con las piernecicas temblando sin solución.
¿Por qué tantos nervios?
Y qué se yo. Te crees que vas muy preparado, que has hecho todo lo necesario con tu profesor… pero cuando llega el momento te entra la sensación de que no lo dominas. Por más prácticas que hagas nunca las tienes todas contigo.
Y sin embargo, aprobó a la primera.
Es que a los nervios le hacen contrapeso las ganas que tienes de coger tu primer coche, que casi siempre es el de tu padre. Y el de mi padre era muy majo, muy majo.
¿Cuál?
Pues era otro 600, pero lo llevaba preparado para correr rallyes, y entonces figúrese la ilusión que me hacía agarrarlo. Era de segunda mano, precisamente se lo compró a un profesor de autoescuela. Le puso doble carburador, llevaba las ruedas salidas para correr más… Anda que no me divertía en la carretera adelantando a todos los coches a 120 0 130. ¡Qué gozada!
La velocidad, qué dilema.
Antes no había tanto control, pero es que antes no había los coches que hay ahora. Casi ninguno corría más de 120.
Algún susto se habrá dado.
Pues sí, pero dos en 45 años, que ni está mal ni son pocos.
¿Se pueden contar?
El primero fue con un R6. Me encontré arenilla en una curva y me salí hacia un terraplén. Pero era un terraplén hacia arriba. Llevaba las ventanas abiertas y no me pregunté el motivo, pero saqué la mano por la ventanilla para parar el coche con el terraplén. Menos mal que era arenilla que si no, ahí me dejo el brazo.
Que te cuente esto Marianico relativiza la gravedad. Casi da hasta risa.
Pues mejor fue el segundo. Iba por el Pirineo, iba fumando y se me cayó la colilla entre las piernas… Acabé en una balsa. Menos mal que era poco profunda porque después de salvar la vida del accidente y el posible fuego temí ahogarme, pero me llegaba el agua por las rodillas.
¿Ya era usted famoso?
No, todavía no. Siendo ya conocido me han pasado otro tipo de anécdotas. Pero tengo todos mis puntos, eh. Multas, muy poquitas, muy poquitas.
¿Le ha librado de alguna su bien ganada fama de simpático?
Hombre, alguna vez me agarraron algún kilómetro, poquicos, por encima de lo permitido en Guadalajara, donde se pone la Guardia Civil. Me paraban y les decía: ‘Oiga, que llego tarde al No te rías que es peor’, y la cosa se quedaba ahí… o no me llegaban las multas.
¿Y del alcohol?
También, también. Nunca he dado. Y otras cosas. En Valencia me paró un Guardia Civil y me dijo que estaban buscando ladrones de coches de alta gama y que si el que llevaba yo, que era un Volvo S-90, era mío. Le dije que no, que con las letras que debía, el coche era del Banco Santander… Lo escuchó su compañero por el interfono y se escuchó: ‘Déjalo, déjalo, que es Marianico’.
Es que en su carnet pondrá lo que debe, que es Miguel Ángel, y la gente se confundirá…
A veces me ha pasado, sí. Ahora, como llevo el coche de empresa, y la empresa es Marianico el Corto, sí que lo pone. Es verdad que la gente se sorprende, sobre todo de que no me llame Mariano. Supongo que lo de ‘El Corto’ de apellido lo tienen más claro…
¿Qué coches ha tenido usted?
Buf, he tenido muchos. El 600, un R6, R11, R12, un Symca 1000 ranchera, un Jaguar, un Volvo… Una vez me di un capricho y me compré un Mazda X-6. Era un deportivo, no de los muy caros, pero un deportivo. En Zaragoza había dos, uno que tenía un doctor y otro que llevaba Salva, el jugador del Real Zaragoza.
Cuánto ha cambiado todo, sobre todo Zaragoza…
Mucho. Conducir ha cambiado mucho. Antes ibas a Madrid y Barcelona y sufrías más porque te metías por la Diagonal o La Castellana y te costaba media hora pasar dos semáforos. Ahora no hace falta salir de Zaragoza para que te pase lo mismo. Pero ser de una ciudad lo que te da es más dominio. En otras ciudades no me atrevo a coger una circunvalación para no perderme. Aquí estoy en mi casa.